Debuxar coa luz. A fotografía en Pontevedra no século XIX
Comisarias: Cristina Echave Durán y Reis Camiña Castro
Entre 1843 y 1900, Pontevedra vivió la llegada y consolidación de un nuevo arte y oficio: la fotografía. Este período ―marcado por profundas transformaciones sociales y urbanísticas― fue también el escenario donde surgieron las y los primeros fotógrafos, que con sus cámaras retrataron no solo a sus habitantes, sino también el pulso de una ciudad que se iba transformando.
Antes de la aparición de la fotografía, pintoras y pintores y miniaturistas se encargaban de perpetuar los rostros y preservar la memoria de las personas. Con la difusión de los primeros procesos fotográficos ―daguerrotipos, ambrotipos y talbotipos―, gran cantidad de estos artistas sustituyeron el pincel por la cámara fotográfica.
En sus inicios, la fotografía estuvo íntimamente ligada al retrato. Las y los retratistas ―herederos de la tradición pictórica se convirtieron en artesanos de la luz, que combinaban con precisión técnica y sensibilidad estética. Cuidaban la iluminación, la pose y el decorado para intentar transmitir dignidad y carácter y ofrecían la posibilidad de perpetuar la identidad en un formato duradero y asequible.
Entre los miniaturistas que se pasaron a la fotografía destacan el compostelano Andrés Cisneros y el vigués Manuel Ricaud. En esta exposición se presentan dos talbotipos de su autoría, piezas especialmente valiosas por su rareza, ya que apenas se conservan obras suyas que hayan llegado hasta nuestros días.
A partir de mediados del siglo XIX, Pontevedra comienza a recibir a las y los primeros fotógrafos itinerantes, que más tarde se establecieron aquí y consolidaron la profesión. Con ellos llega la tarjeta de visita, un pequeño retrato que permitió la difusión masiva de la imagen personal y familiar, y que convirtió la fotografía en un objeto coleccionable, lo que dio origen a la denominada “cartomanía”. Retratarse pasó a ser un bien accesible para amplios sectores de la sociedad.
Para atender la creciente demanda, llegan profesionales itinerantes como J. Martínez, los hermanos Guiard, Manuel Antonio Vales, Alonso Montenegro, Evaristo López o Ramón Buch. Al mismo tiempo, surgen los primeros fotógrafos locales, como Vicente del Villar Cousiño.
A partir de 1870, gracias a las mejoras técnicas que contribuyeron a extender el uso de la fotografía, aumenta el número de fotógrafas y fotógrafos que se establecen en Pontevedra. Aunque buena parte de las y los nuevos profesionales son foráneos ―Patricio Bocconi; posteriormente su viuda e hijo; Eliseo Segond; Francisco Prieto; Francisco Zagala; José Gutiérrez o Carlos Fuentes―, aparecen fotógrafas y fotógrafos locales como Alfredo Estoup, Juan Caramés, Adolfo Vázquez, Joaquín Pintos y Generosa Carballo Silva, una de las primeras pontevedresas dedicadas a esta profesión.
La fotografía trascendió pronto el espacio íntimo del estudio. Las y los fotógrafos dirigieron su mirada hacia la ciudad y su entorno, y asumieron progresivamente funciones próximas al reportaje gráfico. Entre las imágenes más antiguas conservadas de Pontevedra destacan una vista de la plaza de Tetuán, realizada alrededor de 1859, así como varias panorámicas que permiten apreciar la evolución urbana a lo largo del tiempo.
En este ámbito sobresale la figura de Francisco Zagala. Su serie Pontevedra Artística y Pintoresca constituye un valioso testimonio del paisaje urbano y monumental. Sus imágenes combinan sensibilidad estética y rigor documental, y difunden una visión moderna y a la vez romántica de la ciudad. Zagala fue, además, el autor del álbum Recuerdo de Pontevedra (1883), considerado el primero en su género realizado en Galicia.
La fotografía encontró también un espacio relevante en la ciencia y en el estudio del patrimonio. La Sociedad Arqueológica de Pontevedra la utilizó como herramienta de documentación y divulgación de monumentos y hallazgos, con lo que creó un archivo de gran importancia para la ciudad y la provincia. En el ámbito médico, profesionales como los doctores Cobián Areal y Celestino Poza incorporaron la fotografía como instrumento de observación, diagnóstico y enseñanza.
Asimismo, a finales del siglo XIX Pontevedra atrajo a fotógrafas y fotógrafos profesionales y aficionados extranjeros, entre los que destaca Hubert Vaffier, que visitó la ciudad hacia 1889-1890, en el marco de una expedición de interés científico y artístico.
Las últimas décadas del siglo fueron escenario de un nuevo ámbito de difusión: la prensa ilustrada local. Las publicaciones y revistas periódicas comenzaron a incorporar imágenes, lo que reforzó la función informativa y documental de la fotografía. En este terreno sobresale Enrique Labarta, pionero en Galicia no solo por introducir la fotografía en sus publicaciones, sino también por ser el primero en emplearlas con fines publicitarios. Labarta, fotógrafo aficionado, contó con la colaboración de profesionales como Francisco Zagala, Alfredo Estoup y Juan Caramés.
Las y los fotógrafos que trabajaron en Pontevedra durante el siglo XIX fueron testigos y protagonistas de su transformación. Con sus imágenes construyeron la memoria visual de una ciudad que se miraba a sí misma a través de la luz.