Leopoldo Nóvoa
Con motivo de cumplirse recién el centenario del nacimiento del artista Leopoldo Nóvoa, el Museo le dedica una amplia exposición en la que se reúnen más de cincuenta obras que recogen los diferentes momentos de su trayectoria creativa. La muestra, comisariada por Rosario Sarmiento, se podrá visitar en el Sexto Edificio desde el 23 de enero, a las 20 h en que se inaugura, al 26 de abril de 2020.
Leopoldo Nóvoa (Salcedo, Pontevedra, 1919 – París, 2012) es uno de los grandes referentes del arte abstracta tanto dentro como fuera de Galicia en la segunda mitad del siglo XX. Artista riguroso, hombre reflexivo y profundo, vivió una larga y fecunda existencia en lugares y circunstancias muy dispares, que lo convirtieron en un personaje cosmopolita y de vasta cultura. Un caudal personal que transmitió y plasmó en toda su prolífica producción creativa.
Cien años después de su nacimiento, esta exposición se concibe cómo un homenaje y un recorrido a través de las etapas que marcaron su trayectoria. Sus primeros años en Uruguay y Argentina, donde se irá gestando el valor que la forma y la materia tendrán en su obra posterior, luego en París donde se desarrollará su madurez creativa, que alternará posteriormente con largas temporadas estivales en su casa-taller de la Armenteira (Pontevedra), lugar en el que descubrirá el valor plástico, simbólico y emocional de las cenizas.
Espacio, materia y luz son los elementos de los que siempre se valió Nóvoa para articular su obra, haciendo hincapié en las relaciones que se establecen entre ellos, desposeyendo la obra del superfluo. En sus obras anteriores a 1979, fecha del dramático incendio de su taller de París, es patente su vocación tridimensional con las estructuras y reléeos que incluye debajo de las telas. En las obras posteriores, los límites entre la pintura y la escultura están cada vez más diluidos, y las superficie de las obras adquiere volumen a través de los reléeos y de la inclusión de pequeños trozos de cuerda — mecates—, materia y collages, que tendrán total protagonismo. Suprimiendo los juegos de colores, empleando el ascetismo del blanco o incluyendo las cenizas, Nóvoa consigue una obra de código reducido pero conceptualmente sólida y profunda.
