José Benito Otero Baena, un pintor sen pinceis

Fechas: 08/11/2024 - 19/01/2025
Localización: Edificio Castelao

Comisaria: Beatriz de San Ildefonso Rodríguez

Exposición antológica del pintor José Benito Otero Baena (1925-2017), compuesta por alrededor de 40 óleos y dibujos procedentes del Museo Massó y de colecciones particulares, datadas entre 1949 y 2016. En ellas se puede apreciar como el artista fue desarrollando un estilo personal y un lenguaje propio, basado en la importancia del color.

Conseguir una fuerte intensidad cromática y convertir el color en el protagonista sus composiciones fueron los objetivos que alcanzó al sustituir el pincel por la espátula, con la que modelaba el pigmento aplicado con agresividad. Transgredió intencionadamente las tonalidades de la naturaleza para que su obra se alejara de la representación mimética de la realidad y la deformase conscientemente a través de la luz y del color, para transmitirnos los paisajes tal y como él los veía.

Otero Baena sintió desde niño la necesidad de trasladar al lienzo el paisaje de su localidad natal, Bueu, donde nació en 1925. Su obra llamó la atención del dibujante y crítico de arte Ramón Peña, responsable de la tertulia matutina del Café Savoy de Pontevedra, centro de reunión de artistas y escritores que Otero comenzaba a frecuentar. Fue precisamente Ramón Peña quien, en 1951, escribió una magnífica crítica de los paisajes que Otero exhibió en la sala pontevedresa de Educación y Descanso y también quien lo animó, en 1952, a solicitar una pensión de la Diputación de Pontevedra para estudiar pintura en Madrid. Poco antes de emprender el viaje expuso en la Sala Velázquez de Vigo, donde quedó patente su intención de buscar la belleza pura del paisaje gallego, sin elementos anecdóticos. Vigo era el otro centro cultural al que acudía Otero, donde se reunían periodistas del Faro de Vigo y de El Pueblo Gallego, escritores, profesionales liberales y artistas como Laxeiro, Xavier Pousa, Rafael Alonso o Lugrís, al que había tenido la oportunidad de conocer en 1942 cuando este pintaba unas grandes telas para el comedor de las empleadas de la fábrica de Massó.

En Madrid se matricula en el Círculo de Bellas Artes con la intención de estudiar en la Academia de San Fernando, pero todo se trunca cuando la Caja de Ahorros de Bueu, donde trabajaba desde 1949, no le renueva la excedencia laboral y se ve obligado a regresar. Pese a ello, no renuncia a seguir pintando y estudiando con el apoyo de una biblioteca especializada en arte, un intenso trabajo con el que logra un estilo personal, un lenguaje propio con el que expresar su visión del paisaje y de las escenas de pesca, en las que queda patente su especial predilección por el mar.

Su fecunda actividad pictórica se refleja en el elevado número de exposiciones individuales y colectivas que recorren Galicia, a la vez que el color adquiere cada vez mayor protagonismo en su obra; utiliza con valentía el amarillo para interpretar la luz que atraviesa las nubes, transformando el cielo en una explosión de dorados. El bullicio del colorido es, probablemente, consecuencia de su admiración por Turner y se intensifica al sustituir el pincel por la espátula, con la que modela el pigmento. Conseguir una fuerte intensidad cromática y convertir el color en el protagonista de sus composiciones eran para él un objetivo, que alcanzó aplicando el color con agresividad y transgrediendo intencionadamente las tonalidades de la naturaleza.

Una intensa labor que se paralizaba entre 1971 y 1976 porque, además de seguir trabajando en la Caja de Ahorros, fue nombrado alcalde de Bueu. Las nuevas obligaciones le absorbían demasiado tiempo, y pinta esporádicamente hasta 1989, año en el que se jubiló y retomó la espátula y el óleo para volver a pintar los mismos temas, pero no del mismo modo; su estilo evoluciona hacia una nueva forma de expresar el color, que atempera la violencia al emplear tonos suaves, lo que, unido a su constante búsqueda de la luz, ocasiona escenas inundadas de claridad.