Labrando con el arado de palo

11/06/2013
Museo de Pontevedra

Esta fotografía forma parte de la exposición Oficios e traballos nas imaxes do pasado que se celebró desde el sábado 15 de junio al domingo 7 de julio de 2013 en el Teleclub San Ildefonso en Troáns, Cuntis. La muestra ha sido creada por el Museo para formar parte del programa de colaboración de esta institución con los ayuntamientos de la provincia.

LABRANDO CON EL ARADO DE PALO

Uno de los aspectos a destacar en esta imagen es la presencia, entonces habitual, del niño colaborando en las faenas del campo. Aquí conduce (chama) las vacas, presas con una única cuerda con lazadas en los cuernos, uncidas con un yugo de cangas. Tocado con una gorra puesta del revés, de pantalón largo y chaqueta por encima de la camisa y calzando zuecos de cuero con piso de madera de aliso (ameneiro), lleva una pequeña vara en la mano derecha y con la izquierda coge la cuerda. Camina por la tierra aún sin labrar, por ser más fácil, y mira para atrás como cuidando de que la yunta camine recta. Parece sentirse orgulloso de haber dado un paso importante, de haberse sometido al rito iniciático que le permite ser casi un hombre y colaborar en los trabajos y así contribuir a mejorar la economía doméstica.

En el extremo opuesto, el padre, o el abuelo, sujeta el arado por la rabiza (rabela), cargando en ella para mantenerlo introducido en la tierra y para conseguir que el surco no se torciese.

El arado usado en Galicia era el llamado romano, de madera (de pau), hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, en que se produce la llegada de los de hierro, primero de una o de dos rabizas y de una rueda y luego con dos laterales y sin rabiza, más pesados, que penetran más en la tierra, y con una o dos vertederas (vesos) que voltean la tierra totalmente.

El era un apero sencillo y su rusticidad y su poco peso no permitían un labrado perfecto, ya que ahondaba poco y hacía un surco volteando la tierra para ambos lados. Sus piezas son:

El timón, largo palo redondeado, que por un extremo emboca en la coyunda (temoeiro) del yugo, al que se une con una pequeña clavija (chavella), y por el otro se engancha en el arado propiamente dicho.

El diente, o rostro, parte inferior del arado, que por medio de la reja (rella) de hierro, plana y de forma triangular, clavada en el extremo delantero, penetra en la tierra.

La rabiza, o rabela, más o menos curvada, que enlaza con el rostro, se eleva hacia atrás y se va adelgazando de manera que pueda ser cogida con una sola mano para manejar todo el conjunto.

Las orejeras (abeacas), una a cada lado, clavadas al diente a la altura de la reja y abriéndose hacia atrás, para unirse entre sí por medio del meixelo, que atraviesa la rabiza. Su función era separar los terrones (leibas), pero por su rigidez la anchura del surco era siempre la misma. Para hacerla mayor, se le ataba atravesado de un lado a otro por el exterior un haz de paja de centeno (colma), con lo que se desplazaba algo más la tierra. --La teiroa, palo casi vertical que une el diente con el timón, que lo atraviesa por un agujero (fura) y al que se sujeta por medio de unas cuñas llamadas pescuños, que permiten levantar o bajar, aunque no mucho, la reja y ahondar según se desee. (Para entender mejor las partes del arado de palo, puede verse el esquema que figura en la página 195 de la obra Etnografía. Cultura material, de Xaquín Lorenzo Fernández, que forma el tomo segundo de la Historia de Galiza dirigida por Ramón Otero Pedrayo y publicada en Buenos Aires)

José Fuentes Alende