Te presentamos una foto comentada de la exposición Oficios e traballos nas imaxes do pasado

19/04/2013
Museo de Pontevedra

La exposición Oficios e traballos nas imaxes do pasado fue creada por el Museo para formar parte del programa de colaboración de esta institución con los ayuntamientos de la provincia.

Deshojando el maíz

La fotografía nos muestra una escena típica de la Galicia rural a comienzos del otoño, como es la recolección y el deshoje del maíz, cereal llegado de América a principios del siglo XVII, que vino a substituir el mijo (millo miúdo).

Después de segado en las fincas con la hoz, era transportado en carros de vacas para descargarlo: si en el cobertizo, o galpón, haciendo montones (bardas), de manera que el tallo grueso quedase hacia el interior; si en la era, como en este caso, además de en bardas, si el tiempo estaba seguro, se ponía en morenas (moreas o moricas), de forma cónica, para que se mojase lo menos posible en caso de lluvia.

La familia posa en la era, situada detrás de la casa, presidida por el hórreo. Las mujeres presentan una variada indumentaria, que parece que fue puesta adrede para el posado: faldas hasta los tobillos, cubiertas por los mandiles; camisas de largas mangas; mantillas por la espalda atadas por delante; excepto una, pañuelo a la cabeza, que los hombres tocan con la boina.

Los personajes que se dedican en ese momento a deshojar parece que utilizan con su mano derecha el esfolladeiro, instrumento de hierro o alambre, aguzado en la punta, en redondo en el otro extremo para ponerlo en el dedo o enmangado en un pequeño trozo de madera o en uno de carozo del propio maíz, con el que se separan las hojas que recubren la mazorca (follatos o casulas) para quitar la espiga.

La mujer de la izquierda de la foto parece pasar por allí de regreso de la fuente, llevando el balde o sella en la cabeza, como si fuese a dedicarse a la tarea de preparar la comida.

En primer término, dos cestos de corras, hechos de ramas de mimbre o de abedul entrelazadas, con dos asas opuestas para facilitar el transporte. Uno de ellos está colmado de espigas y el otro acoge dos calabazas o calacús alargados, que luego se emplearían para la manutención de los animales.

Con las cañas ya despojadas de las espigas se hacían los haces (monllos), atados con odias o vencejos de paja de centeno (colma), que luego se guardaban en los pajares o se acomodaban en palleiros, llamados en algunos sitios murgueiros, en la propia era, erguidos alrededor de un poste de madera clavado en el suelo. Por veces alcanzaban considerable altura, colocando unos próximos a los otros y sujetándolos entre ellos por medio de traviesas. El hacer un buen palleiro en el que no se pudriese la paja a causa de la lluvia requería una gran maestría en la tarea, que solía correr por cuenta de mujeres.

Las partes más blandas de la paja del maíz, o milla, era un alimento importante para el ganado vacuno, principalmente durante el invierno. Por su parte, los follatos o casulas más interiores, y por lo tanto más finos y suaves, se quitaban en ocasiones para hacer con ellos tiras delgadas que servían de relleno de los jergones.

Las espigas eran vaciadas en el hórreo, haciendo muretes entre cada uno de los huecos en que se divide la cámara (los claros) y en la entrada de la puerta, para, después de desgranadas, llevar el grano al molino de agua, en donde se transformaba en harina, empleada principalmente para hacer pan de borona en el horno de piedra, con sus rituales de amasado y enhornado, ajustando la pequeña puerta de madera con boñiga de vaca, y para mantener también los animales, en especial el cerdo, por lo que este suponía de alimento familiar para el año.

El hórreo era indicativo del poderío económico de la casa. En este caso parece pequeño, con dos claros. Descansa sobre cepas de piedra coronadas por losas (tornarratos) que impiden la subida de roedores, en las que posan las vigas. Todo él es de madera, con duelas verticales algo separadas entre sí para permitir el paso del aire con la finalidad de secar (curar) el maíz. Dispone de puerta de acceso por un lateral. La cubierta es a dos aguas, con teja curva del país, y alero muy saliente. Tiene por remate en el pinche un simbólico pináculo, posiblemente de madera, que debiera corresponder en el opuesto con una cruz.

La tipología del hórreo, aunque es semejante al conocido como mariñán, del entorno de Betanzos, pudiera ser la de la zona orensana correspondiente a los municipios de Cartelle, Arnoia o A Merca.

Muy en primer término aparece puesta en el suelo una jarra (xerro) de barro, producto de una artesanía casi desaparecida en la actualidad o con unas finalidades muy distintas de las originarias. Su forma ligeramente barriguda y el ancho del asa que arranca de la panza y se une en el borde nos hace pensar que saliese de los alfares de Tioira, en Maceda, con mercado hasta la zona de O Ribeiro y Celanova. Hacían xerros y xerras, con diferentes tamaños, de los que se conservan en el Museo ejemplares reunidos y donados por Luciano García Alén y su mujer María Ayaso. Eran usados para llevar líquidos, en este caso podía ser vino, e incluso los más grandes para transportar la comida a los trabajadores del campo que estaban lejos de la casa.

José Fuentes Alende